Alejandro Mario Fonseca
La legitimidad en ciencia
política, es el concepto con el que se enjuicia la capacidad de
un poder para obtener obediencia sin necesidad de recurrir
a la coacción que supone la amenaza de la fuerza, de tal forma que un
Estado es legítimo si existe un consenso entre los miembros de la
comunidad política para aceptar la autoridad vigente.
En este sentido el término tiene sus
orígenes en el derecho privado sucesorio y aparece vinculado a
la política en relación con la restauración monárquica tras
la Revolución francesa. Se trata de la legitimidad tradicional, la del
monarca, el rey.
Ya he comentado en esta columna la
tipología ideal de dominación de Max Weber. Se trata de una herramienta de
investigación maravillosa porque nos permite comprender la compleja actividad política que nos tocó
vivir en México.
Muy esquemáticamente la dominación
tradicional, la del príncipe, la del monarca, aunque acotada a seis años de
gobierno, encontraría su mejor ejemplo en la mayoría de los gobiernos del PRI.
En cuanto a la dominación moderna, legal,
aunque con muchas restricciones (hay que recordar que se trata de tipos
ideales) el mejor ejemplo sería el del PAN. Ya lo he comentado, al menos en los
gobiernos de Fox y Calderón hubo cierta racionalidad económica.
Por su parte, la dominación carismática,
es la de los jefes guerreros elegidos, los presidentes plebiscitarios, o los
jefes de los partidos políticos. Ah y también la de los líderes religiosos: los
iluminados. La legitimidad de AMLO sería mixta, tanto legal como carismática,
La
legitimidad patrimonial
Cuando Hernán Cortes arribo a tierras
mexicanas, España era una monarquía con dificultades de consolidación hacia su
interior, pero también en plena expansión imperial. Ya con Carlos, el hijo varón de Juana “la Loca” se convertiría en Imperio: Carlos sería
I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.
Así, la legitimidad de Carlos V era
heredada, (en palabras de Weber) la de la sangre real, la del eterno ayer, la
de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria
tendencia de los hombres hacia su respeto. También contó con la legitimidad
divina, la de la Iglesia, a la que después se enfrentaría.
Se trata de la legitimidad
tradicional, la que ejercían los patriarcas y los príncipes patrimoniales de
antaño. Estamos hablando del tipo ideal de dominación patrimonial, en la cual
el Señor es dueño de todo: tierras y recursos, incluso hombres, que le deben tributo
y lealtad incondicional.
En contrapartida el monarca estaba
obligado a brindarle seguridad a sus súbditos y su éxito dependía en gran
medida de ello, debido a las constantes guerras con las monarquías vecinas.
Pero también existía otra limitación a su poder: los poderes regionales y locales.
En aquel tiempo España todavía no se
consolidaba como nación, pero la genialidad de Isabel “la Católica”, al
utilizar la religión como motor e instrumento
de su política de unificación, sería la clave.
Sin embargo, los poderes regionales y
locales se mantendrían siempre vivos, aún hasta nuestros días, especialmente los
poderes de las ciudades importantes: los de los regidores municipales. Hernán
Cortes lo sabía muy bien, había estudiado derecho en Salamanca y su padre había
sido regidor y procurador en Medellín.
Veracruz: la
fundación
La fundación de Veracruz se remonta al
22 de abril de 1519, cuando la expedición española al mando de Hernán Cortés
desembarcó en “costa verde” o Chalchiucueyetl-cuecan (“arena sobre arena
amontonada”), donde se asentó y posteriormente se fundó el primer ayuntamiento
a la usanza española en la Nueva España.
A ese lugar se le nombró la
Villa Rica de la Vera Cruz: Villa como las de España, Rica por las
manifestaciones de riqueza que Moctezuma hizo en el puerto a los recién
llegados; Vera de verdadera y Cruz porque el día de su llegada se festejaba el
viernes santo y se rendía tributo a la cruz donde falleció Cristo.
Veracruz nació accidentalmente del
conflicto de dos facciones rivales: Francisco de Montejo -enviado por Cortés -
había encontrado un sitio llamado Quiahuiztlan, en tierra de totonaca y
habiendo llegado el ejército a ese punto, se dividieron las opiniones: unos
sólo se conformaban con el botín, otros no querían arriesgar sus vidas, y los
leales a Velázquez, no querían romper el vínculo con Cuba.
Ante el descontento, el carisma y la
retórica de Cortés entran en juego y anuncia que todos volverían a Cuba. Pero
por la noche, convence a todos y por la mañana en el campamento militar fundan
la ciudad, eligen como alcaldes a Alonso Hernández de Portocarrero (amigo de
Cortés) y a Francisco de Montejo (leal a Velázquez), nombran regidores,
alguaciles, procurador, tesorero y contador, todos ellos partidarios de
Cortés. Así terminó la protesta y quedó instaurado un asentamiento que se
convertiría en el primer ayuntamiento de México y América. (Cfr. Instituto Nacional para el Federalismo y el
Desarrollo Municipal; 22/4/17).
Una
legitimidad compleja
Este hecho histórico representó para
Hernán Cortés la forma de desligarse de Velázquez; y el inicio de su exploración
por un lugar totalmente desconocido y convertirse
en conquistador: contaba con autoridades legítimamente establecidas, de
acuerdo a la legislación imperante en España.
En suma, aprovechado su retórica, su
carisma y sus conocimientos de leyes, Cortés consolidaría la organización de un
cuerpo político en el territorio de la Nueva España e instalaría el primer Ayuntamiento
de México y del continente americano.
Finalmente Cortes centralizaría su
poder: se haría nombrar por las nuevas autoridades de la ciudad, capitán general
y oficial de justicia; había utilizado la soberanía popular como fuente de
autoridad.
Así, después de haber fundado la
ciudad, a solicitud de sus hombres, e instalado a sus elegidos en sus cargos a
nombre del rey, entrega su propio poder a las autoridades recién elegidas. Y
son éstas las que a su vez lo legitiman como jefe máximo.
Las formas legales son cuidadosamente
respetadas. Debidamente juramentado a Cortes no le resta más que continuar con
la Conquista. Lo siguiente sería inventar un nuevo mundo.
Posdata. No deja de sorprenderme a
500 años de distancia el parecido político entre AMLO y Hernán Cortes: la
centralización del poder, la legitimidad mixta, la retórica y el carisma.
Bibliografía: Vida de Hernán Cortes; Christian Duverger; Taurus; 2019).
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