¿De qué nos sirven las virtudes, sí somos perezosos? ~ Cholula la Bella

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miércoles, 11 de diciembre de 2019


Alejandro Mario Fonseca
¿Usted duerme bien? El insomnio, síntoma del estrés, es uno de los males de la posmodernidad. Existen muchas curas: ejercicio físico, yoga y meditación, té de azahar y muchos otros remedios caseros. Pero de todas, no hay nada como tener la conciencia tranquila.
Y para tener la conciencia tranquila, hay que portarse bien: los remordimientos son los que no nos dejan dormir bien. Así que más nos vale buscar un  apoyo religioso o filosófico, que nos sirva de guía para portarnos bien. Leamos por ejemplo Así hablo Zaratustra.
Zaratustra es un ermitaño que vive recluido en la montaña, donde a lo largo de su retiro reflexiona sobre la vida y la naturaleza del hombre. Un día siente que es el momento adecuado, decide regresar al mundo para comunicarle el fruto de su conocimiento.
Así habló Zaratustra, es una obra escrita entre 1883 y 1885 por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Contiene las principales ideas de Nietzsche, expresadas de forma poética: está compuesta por una serie de relatos y discursos que ponen en el centro de atención algunos hechos y reflexiones de Zaratustra.
A manera de regalo de fiestas navideñas, le comparto  este capítulo de Así habló Zaratustra, que eventualmente le podrá servir para dormir bien: la ironía de las virtudes humanas como somnífero.
De las cátedras de la virtud
Le habían hablado a Zaratustra de un sabio que sabía hablar bien del dormir y de la virtud: por ello, se decía, era muy honrado y recompensado, y todos los jóvenes se sentaban ante su cátedra. A él acudió Zaratustra, y junto con todos los jóvenes se sentó ante su cátedra.
Y así habló el sabio: ¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero! ¡Y evitad a todos los que duermen mal y están desvelados por la noche! Incluso el ladrón siente pudor ante el dormir: siempre roba a hurtadillas y en silencio por la noche. En cambio el vigilante nocturno carece de pudor, sin pudor alguno vagabundea con su trompeta.
Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello, estar desvelado el día entero. Diez veces tienes que superarte a ti mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma. Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo; pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.
Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la verdad durante la noche, y tu alma ha quedado hambrienta. Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche.
Pocos saben esto: pero es necesario tener todas las virtudes para dormir bien. ¿Diré yo falso testimonio? ¿Cometeré yo adulterio? Me dejaré llevar a desear la sierva de mi prójimo. Todo esto se avendría mal con el buen dormir.
Y aunque se tengan todas las virtudes, es necesario entender aún de una cosa: de mandar a dormir a tiempo a las virtudes mismas.
¡Para que no disputen entre sí esas lindas mujercitas! ¡Y sobre ti, desventurado! Paz con Dios y con el vecino: así lo quiere el buen dormir. ¡Y paz incluso con el demonio del vecino! De lo contrario, rondará en tu casa por la noche.
¡Honor y obediencia a la autoridad, incluso a la autoridad torcida! ¡Así lo quiere el buen dormir! ¿Qué puedo yo hacer si al poder le gusta caminar sobre piernas torcidas? Para mí el mejor pastor será siempre aquel que lleva sus ovejas al prado más verde esto se aviene con el buen dormir.
No quiero muchos honores, ni grandes tesoros: eso inflama el bazo. Pero se duerme mal sin un buen nombre y un pequeño tesoro. Una compañía escasa me agrada más que una malvada: sin embargo, tiene que venir e irse en el momento oportuno. Esto se aviene con el buen dormir.
Mucho me agradan también los pobres de espíritu: fomentan el sueño. Son bienaventurados, especialmente si se les da siempre la razón. Así transcurre el día para el virtuoso. ¡Más cuando la noche llega me guardo bien de llamar al dormir!
¡El dormir, que es el señor de las virtudes, no quiere que lo llamen! Sino que pienso en lo que yo he hecho y he pensado durante el día. Rumiando me interrogo a mí mismo, paciente igual que una vaca: ¿cuáles han sido, pues, tus diez superaciones? ¿Y cuáles han sido las diez reconciliaciones, y las diez verdades, y las diez carcajadas con que mi corazón se hizo bien a sí mismo? Reflexionando sobre estas cosas, y mecido por cuarenta pensamientos, de repente me asalta el dormir, el no llamado, el señor de las virtudes.
El dormir llama a la puerta de mis ojos: éstos se vuelven entonces pesados. El dormir toca mi boca: ésta queda entonces abierta. En verdad, con suave calzado viene a mí él, el más encantador de los ladrones, y me roba mis pensamientos: entonces yo me quedo en pie como un tonto, igual que esta cátedra.
Pero no estoy así durante mucho tiempo: en seguida me acuesto. (Mientras Zaratustra oía hablar así a aquel sabio se reía en su corazón: pues una luz había aparecido entretanto en su horizonte. Y habló así a su corazón: un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos: pero yo creo que entiende bien de dormir).
¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante dormir se contagia, aun a través de un espeso muro se contagia. Un hechizo mora también en su cátedra. Y no en vano se han sentado los jóvenes ante el predicador de la virtud.
Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la vida careciese de sentido y yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería para mí el sinsentido más digno de que se lo eligiese.
Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba ante todo cuando se buscaban maestros de virtud. ¡Buen dormir es lo que se buscaba, y, para ello, virtudes que fueran como adormideras! Para todos estos alabados sabios de las cátedras era sabiduría el dormir sin soñar: no conocían mejor sentido de la vida.
Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud, y no siempre tan honestos: pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están en pie: y ya se tienden.
Bienaventurados son estos somnolientos: pues no tardarán en quedar dormidos. Así habló Zaratustra.
Nietzsche nos alerta sobre la obediencia a la autoridad torcida, también sobre las consecuencias negativas de la pereza, sobre todo para la gente virtuosa. Usted puede leer el libro gratis en ellibrototal.com. ¡No se duerma sin antes hacer el bien!



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