Alejandro Mario Fonseca
En la
teoría ecológica moderna el término mitológico Gaia fue rescatado
en 1979 por James Lovelock para su hipótesis Gaia. Lo que propone es que los
organismos vivos y las materias inorgánicas forman parte de un sistema dinámico
que da forma a la biosfera de la Tierra. La propia Tierra se
considera un organismo con funciones auto regulatorias: está viva.
De origen Gaia es una deidad primordial y en el antiguo panteón griego, se le
consideraba la Tierra Madre. La referencia
más antigua es el griego micénico ma-ka, escrito en alfabeto
silábico lineal B.
Su equivalente en el panteón
romano era Terra o Tellus Mater. Los
romanos, a diferencia de los griegos, no distinguían sistemáticamente una Titánide (Tierra) de una diosa del
grano, Ceres.
Interpretaciones
del origen de Gaia
Según la Wikipedia algunas fuentes, como los antropólogos James
Mellaart, Marijas Gimbutas y Barbara Walker, afirman que Gea como la Madre Tierra es una
evolución de la Gran Madre del pre indoeuropeo.
Una diosa de la vida y la muerte
generosa pero pavorosa, que había sido venerada ya desde el Neolítico en
Oriente Próximo, Anatolia y la zona de influencia de la cultura egea, pero
también más allá de Malta y las tierras etruscas.
Esta teoría levanta controversia en
la comunidad académica. La creencia en una Madre Tierra nutricia es a menudo
una característica del moderno culto neopagano a la Diosa, que suele ser vinculado por los
practicantes de esta religión con la teoría de la diosa neolítica.
La separación que Hesíodo hizo de Rea
y Gea no fue seguida rigurosamente, ni siquiera por los propios mitógrafos
griegos. Mitógrafos modernos como Károly Kerényi o Carl A. P.
Ruck y Danny Staples, así como una generación anterior influenciada
por La rama dorada de James Frazer, interpretan que las
diosas Deméter la madre, Perséfone la hija y Hécate la vieja, como las entendían
los griegos, eran tres aspectos de una Gran Diosa anterior, que
podría ser identificada con Rea o
con la propia Gea.
Estas diosas tripartitas son también
una parte de la mitología celta y pueden proceder de los protoindoeuropeos.
En Anatolia (la actual Turquía) Rea
era conocida como Cibeles, una
diosa derivada de la Kubaba mesopotámica,
la Kebat hurrita o Kepa.
Los griegos nunca olvidaron que el
antiguo hogar de la Madre Montaña era Creta, donde una figura en parte
identificada con Gea había sido
venerada como Potnia Theron (Πωτνια Θερων), la Señora de los Animales, o
simplemente Potnia, la Señora,
un apelativo que podría ser aplicado en textos griegos anteriores a Deméter, Artemisa o Atenea.
María Tonantzin
Nuestra Madrecita
La llegada de los dioses del Olimpo con
los inmigrantes al Egeo durante el II milenio a. C., y
la en ocasiones la violenta lucha por suplantar a Gea, imbuye a la mitología
griega de su característica tensión. Ecos de la fuerza de Gea persisten en
la mitología de la Grecia clásica, donde sus papeles están divididos
entre Hera, consorte de Zeus, Deméter, Artemisa, gemela de Apolo,
y Atenea.
En Roma la diosa Frigia importada Cibeles fue
venerada como Magn Mater, la Gran
Madre, o como Mater Nostri, Nuestra Madre, e identificada
con Ceres, la diosa romana de la agricultura que era
aproximadamente equivalente a la griega Deméter, pero con diferentes
aspectos y adorada con diferentes cultos.
Su culto fue llevado a Roma tras
un augurio de la Sibila de Cumas sobre que Aníbal el cartaginés no
sería derrotado hasta que dicho culto llegase a Roma. Fue la divinidad favorita
de los legionarios romanos y su culto se extendió desde los
campamentos y colonias militares romanas.
En el
México prehispánico Tonantzin (en náhuatl: nuestra
madre venerada‘to,
nuestro; nāntli,
madre; tzīntli,
diminutivo reverencial’) es el término con que se designaba a
distintas deidades femeninas, principalmente Coatlicue, Cihuacóatl y Teteoinan (madre de los dioses).
Claramente el caso de Tonantzin
repite el de otras mitologías, donde una divinidad recibe
distintos nombres. Tonantzin se usaba de la misma manera en que Nuestra Señora se usa para
la Virgen María en el catolicismo. María Tonantzin requiere
un comentario más amplio.
Gaia
Tonantzin, una deidad ecologista
En
las religiones politeístas en particular, una divinidad puede
tener distintos nombres, características y manifestaciones, como es el caso de
la diosa hindú Durga,
manifestación guerrera de Parvati.
Otra posibilidad es la integración del culto a varios dioses en uno solo que
adquiere las características y nombres de sus antecesores. Esto es posible en
el caso de Tonantzin.
Los verdaderos ecologistas pensamos
que Gaia no sólo es nuestra mejor maestra ya que nos enseña a vivir en
comunidad y en armonía; sino que “ella” también es hembra, es mujer. Esto tiene
importantes consecuencias para el feminismo, porque hay una tendencia a
representar las características beneficiosas de la Tierra con la “personalidad
femenina”.
La naturaleza y la mujer serían
tiernas, nutricias, afectuosas, sensibles al lugar y esencialmente definidas
por el alto ministerio de dar a luz la vida. Sin embargo, en la medida en que
gran parte del impulso feminista ha estado encaminado a librar a la mujer de la
conducta estereotipada y a los tipos de carácter resultantes, esta visión
podría parecer retrograda.
Pero la crítica feminista podría ser
todavía más a fondo. Ya que admitimos que la mujer realmente posee estas
características, excluyendo otras. Porque la mujer queda relegada a una
condición inferior, porque dichas características se consideran cualidades subordinadas.
Pero es exactamente al revés: nuestro
mundo está actualmente en crisis debido al predominio de valores “masculinos”:
acumulación, explotación, consumismo, productividad, eficiencia; acompañados de
machismo, abuso, corrupción, violencia, despilfarro, etcétera. En suma
industrialismo y capitalismo salvaje.
Y es que es precisamente el ejemplo
femenino de la Madre Tierra el que tanto hombres como mujeres hemos de
seguir si queremos salvar nuestro mundo. Los valores de nutrición, cooperación
y participación que tradicionalmente se identifican más estrechamente con las
mujeres que con los hombres han de convertirse en los principios subyacentes
más profundos de nuestra sociedad.
Bibliografía: Dobson, Andrew; Pensamiento político verde (Una nueva ideología
para el siglo XXI); Pidós; Barcelona; 2004.
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