Alejandro Mario Fonseca
Según la revista Forbes
(10/3/2020) AMLO presumió que el
peso resistió el lunes negro, estamos
blindados ante crisis. Y sí, así fue, me dio mucho gusto porque las
declaraciones del Presidente se parecen mucho a los conceptos de Max Weber
sobre el pánico bursátil. Juzgue
usted:
El presidente Andrés
Manuel López Obrador señaló que el peso “resistió, aguantó” a
un lunes negro en el que se desplomaron las principales bolsas de valores del
mundo, a causa de los temores por el brote del coronavirus y la caída en los
precios del petróleo.
“Logramos blindarnos,
no creció la deuda pública. Bajó la deuda, poquito, pero bajó. Creció
el monto de las reservas en 10,000 millones de dólares para ser exactos. Eran
133,000 millones de dólares y ahora son 184,000 millones de dólares. Tenemos un
fondo para estabilizar el presupuesto de 150,000 millones de pesos”, detalló el
mandatario en su conferencia de prensa matutina.
“Resistió nuestro peso,
porque estuvo complicado; todavía está, pero ayer fue un mal día. Se afectaron
las bolsas del mundo, todo el sistema financiero, todas las monedas se
depreciaron y la nuestra resistió, aguantó. Espero que se vaya
fortaleciendo el peso hacia adelante. Tenemos condiciones para que podamos resistir
la crisis, derivada de los temores fundados e infundados del coronavirus y las
diferencias que se están generando entre Rusia y Arabia Saudita. Vamos a
esperar”, añadió Andrés Manuel López Obrador.
El pánico bursátil y el
desastre financiero
En su obra cumbre Economía
y Sociedad (FCE, 1974) Weber sostiene que el pánico bursátil o de la Bolsa
de Valores, es un fenómeno que combina lo racional con lo irracional. Y
construye un tipo ideal que nos ayuda
a su comprensión: el tipo ideal debe
ocuparse primero del acto bursátil “normal” o racional, para luego entender
todo lo adicional o externo, que produce su alteración, como irracional.
Y agrega que en la
identificación del contenido irracional reside la explicación del pánico. Weber
abunda en el hecho de que los seres humanos actuamos irracionalmente basados en
dos tipos de causas: afectivas (las que tienen que ver más con los sentimientos
que con la razón) y causas tradicionales o de costumbres (las que provienen de
nuestra cultura o de lo cotidiano.
Lo que sucedió el pasado lunes 9 de marzo, fue que la masa de
inversionistas, a nivel mundial, remató sus acciones en las Bolsas de Valores como
una reacción ante la incertidumbre por la rápida expansión que está teniendo él
corona virus.
Desde luego que la explicación debe ampliarse con el hecho de
que la economía norteamericana todavía domina el mundo; y también en que el virus
viene de China, el país que viene desafiando al mundo con sus políticas
económicas agresivas y su gran productividad.
Pero qué fue lo que sucedió en México y porque nuestro
Presidente se muestra tan optimista, a pesar de que obviamente la crisis también
nos pegó; y de que los empresarios ligados a la mafia en el poder siguen con sus críticas furibundas. Pues ni más
ni menos porque los mexicanos ya tenemos largo rato acostumbrados a vivir en
crisis.
Se trata de una paradoja que aminora los efectos de las
crisis internacionales, porque ya es parte de nuestra cultura económica, por lo
menos de desde los años setenta.
¿La crisis mexicana una
enfermedad que llegó para quedarse?
Cuando yo era niño y durante mi primera juventud me tocó
vivir una etapa que los historiadores han etiquetado como el “desarrollo
estabilizador”. Otros también le han llamado “milagro mexicano”, fue un modelo
económico utilizado desde 1954 hasta
1970. Se trata, ni más ni menos de la apuesta económica del Presidente AMLO.
Las bases de este
modelo radican en buscar la estabilidad económica para lograr un desarrollo
económico sostenido, continuo. La estabilidad económica significa mantener la
economía libre de problemas como inflación, déficit en la balanza de pagos,
devaluaciones y demás variables. Antonio Ortiz Mena el secretario de Hacienda y
Crédito Público fue el estratega que logró mantener una tasa de crecimiento
económico de 7% anual durante 20 años.
¿Qué fue lo que pasó? Pues que los sucesivos gobiernos, desde
el de Echeverría hasta el de Peña Nieto, abusaron del gasto público, pusieron
en circulación más dinero del que correspondía al crecimiento real de la
economía y además endeudaron al país.
Incluso los gobiernos panistas de Fox y Calderón no pudieron
sacar al país de la inercia heredada. Habían llegado con la oferta de campaña
de la estabilidad económica, sin embargo, aunque en menor grado, cayeron en los
mismos vicios de los priistas.
Los bancos nunca pierden. Si usted se endeuda y no tiene con
qué pagar, le embargan sus bienes. Igual sucede con las empresas y con los
países, el poder financiero mundial siempre gana. La acumulación capitalista
necesita canalizar sus excedentes y los grandes bancos lo hacen hacia los
países “pobres”, “en desarrollo” con el aval del Fondo monetario Internacional
y del Banco Mundial.
La crisis es el modelo
económico centralista, injusto y depredador.
La sociedad norteamericana es esencialmente consumista y uno
de sus motores económicos ha sido la industria de la construcción. A fines de
los 80 el sector de bienes inmobiliarios se saturó, la oferta fue mayor que la
demanda y este hecho combinado con la elevación de los precios del petróleo,
amenazó con una grave recesión.
¿Cómo sortearon la crisis? La aplazaron con crédito y más
crédito. La orgía consumista a base de deuda se combinó en una burbuja
inmobiliaria creada por la industria bancaria de las hipotecas que muy pronto
explotó; el precio del petróleo llegó a máximos históricos (147 dólares por
barril); todo se encareció. La crisis estalló en 2007 y el gobierno federal
tuvo que entrar al rescate de los bancos de Wall Street con 700 mil millones de
dólares.
Lo que poco a poco ha ido quedando claro de esta última
crisis, es que el modelo de crecimiento económico basado en la energía barata
de un bien no renovable (petróleo), producido y administrado verticalmente,
deviene en una acumulación de capital, de tal magnitud, que impide el consumo
masivo: las crisis recurrentes son inevitables.
Lo que se requiere es un nuevo paradigma económico basado en
energías renovables producidas y comercializadas de manera distribuida,
lateral, democrática. Los europeos ya lo tienen muy claro y los
norteamericanos, a regañadientes también.
AMLO tiene razón en su análisis, pero se queda corto, le falta
la cereza del pastel, que consiste en
agregar que con su modelo vamos hacia una economía de bajo consumo, aunque a
los banqueros y demás mafiosos no les guste. ¿Será que no lo puede decir?
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