Don Quijote de la Mancha, la
Iliada, Hamlet y La Divina Comedia son obras que dejaron una huella imborrable
en los lectores a la lo largo de la historia.
1. Don Quijote de la Mancha, Miguel
de Cervantes (1605 y 1615
Es tradición de las listas de
libros en inglés ignorar la obra fundante de la literatura moderna en
castellano. Y en las listas de libros en español, se acostumbra cuestionar la
obra más conocida de Miguel de Cervantes Saavedra: ¿por qué no El coloquio de los
perros, tanto más sofisticada en menos páginas? Acaso porque en Don Quijote de
la Mancha es incesante el cruce entre lo real y lo ficticio, una semilla de la
literatura en castellano que se escribiría en América: "Sancho, pues vos
queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me
creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos". O como escribió uno de
sus escritores admiradores, Jorge Luis Borges: "El hidalgo fue un sueño de
Cervantes / y don Quijote un sueño del hidalgo".
Miguel de Cervantes va más allá
de la novela de caballerías al declarar a su libro "hijo del
entendimiento"; y al escribirlo como tal permite que los lectores sean
siempre nuevos a lo largo de los siglos, hasta hoy. "Hay diferentes
opiniones", dijo Sancho en la segunda parte de la obra, sobre la primera:
"Unos dicen: 'loco, pero gracioso'; otros, 'valiente, pero desgraciado';
otros, 'cortés, pero impertinente'". En su entrevista para The Paris
Review, William Faulkner aseguró que leía el Quijote todos los años, como un
creyente que regresa a la Biblia.
2. La Ilíada, Homero (siglo VIII
aC)
En su Poética, Aristóteles señaló
que una buena epopeya representa una acción única, no un conjunto de
acontecimientos. Tal vez sea ese el acierto de La Ilíada: la obra atribuida al
poeta griego Homero no cuenta la Guerra de Troya entera, sino su año décimo, el
último; no se dispersa en los sentimientos de todos sus personajes sino que se
concentra en las emociones del héroe, Aquiles. Las pérdidas de los griegos, los
giros del destino, las intervenciones de los dioses y la caída de Troya se
narran mediante los actos que generan la ira, el orgullo, el impulso de
desagravio, el amor y la compasión de Aquiles.
Cuando Patroclo ultraja al
"mejor de los aqueos", en el primero de los 24 cantos del poema, el
héroe se retira disgustado; su amigo Patroclo muere en la batalla, a manos de
Héctor, y basta ese dolor para que Aquiles regrese, olvidado de cualquier
ofensa, con la obsesión de vengarlo. Entre los troyanos que mata da por fin con
Héctor, y arrastra su cadáver con furia. Pero Príamo lo convence de restituir
el cuerpo: nada le devolverá a Patroclo, y el duelo se siente igual en todas
las almas.
La obra comienza, memorablemente:
"Canta, oh, musa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de
héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves". No extraña que
haya llegado a Hollywood, y hasta sobrevivido honrosamente a una versión cinematográfica
interpretada por Brad Pitt: Troya, de Wolfgang Petersen.
3. Hamlet, William Shakespeare (entre 1599 y
1602)
Una de las obras más citadas de
la lengua inglesa –"Morir: dormir; dormir, tal vez soñar", por caso–
es la tragedia del príncipe de Dinamarca que habita afligido el palacio donde
su tío Claudio acaba de hacerse del trono y de la madre de Hamlet. A diferencia
del modelo tradicional de acciones en escena, la pieza más extensa y más
representada de William Shakespeare se centra en el carácter del personaje: un
joven de comportamiento alocado, melancólico y con una filosofía escéptica, que
ve al fantasma de su padre y accede a vengar su asesinato. Otra novedad que
impuso Hamlet es la sucesión de monólogos, en lugar de actos, mediante los
cuales el personaje principal comunica al público sus pensamientos y sus
planes.
Sus temas son universales: el
amor, la muerte, la traición, la revancha, la corrupción. La locura es otra
cuestión de peso en la obra: Hamlet actúa de manera desquiciada, y también finge
hacerlo. Es, también, una pieza que contiene otra pieza: para denunciar que
Claudio mató a su padre y que su madre no cumplió con sus promesas
matrimoniales, Hamlet orquesta una representación teatral en el palacio de
Elsinore. Luego de eso las hostilidades entre el heredero y el usurpador
crecen, y la lucha entre la voluntad de los hombres y la fuerza del destino
cierra la historia.
4. La divina comedia, Dante
Alighieri (entre 1304 y 1321)
"Por mí se va a la ciudad
doliente. Por mí se va a las eternas penas. Por mí se va entre la gente
perdida. La Justicia movió a mi autor supremo. Me hicieron el divino Poder, la
suma Sabiduría y el Amor primero. Antes que yo no hubo cosa creada, sino lo
eterno, y yo permaneceré eternamente. Dejad toda esperanza los que
entráis".
Con esa frase que resuena a
cualquiera que lea las noticias –Siria, Turquía, violencia armada, femicidios–
entra el personaje de Dante al Infierno, la primera parte de su Commedia, como
la llamó dado que tenía final feliz, con la guía de su poeta admirado,
Virgilio, el autor de la Eneida. Es joven, se halla "en el medio del
camino de la vida", rodeado por "una selva oscura", o las
tentaciones. Desciende por el cono de los nueve círculos y ve –expresados con
una simbología prodigiosa, de la astronomía a la filosofía, de las matemáticas
a la religión– los distintos grados de castigo para los distintos pecados. Debe
sortear sus propios problemas: un león que encarna la soberbia, por ejemplo.