La alarmante pérdida anual de 10 millones de hectáreas de bosques en el mundo pone en guardia a distintas naciones al percatarse de que al no detenerse la depredación de estos ecosistemas que se encuentran en grave peligro ante serias amenazas, como la fragmentación del hábitat, la alteración de la biodiversidad y la tala ilegal, los seres humanos estamos también en serios problemas.
Esta situación se vislumbraba a finales del siglo XX, pero fue en 1999 cuando el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Organización Mundial de Conservación (WWF) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) proclamaron el 26 de junio como Día Internacional de la Preservación de los Bosques Tropicales.
Ecosistemas fundamentales para la vida, y también conocidos como selvas, estos bosques contribuyen al equilibrio del oxígeno, del dióxido de carbono (CO2) y de humedad en el aire; albergan más de 15 millones de especies arbóreas, arbustos y plantas trepadoras, es decir, más del 80% de las especies vegetales, así como una enorme diversidad de fauna.
Los bosques tropicales cubren al menos el 3% del área terrestre, y sólo en los bosques amazónicos se encuentran más de mil especies de plantas, utilizadas con fines medicinales. Según la International Journal of Oncology, aproximadamente el 60% de los medicamentos utilizados contra el cáncer y para el tratamiento de otras enfermedades (afecciones cardiacas, reumatismo, hipertensión, artritis, entre otras) proviene de plantas de los bosques tropicales.
Sin embargo, anualmente se pierden 10 millones de hectáreas de bosques tropicales, pese a que la Organización Mundial de las Naciones Unidas calcula que más del 25% de la población a nivel mundial depende de los recursos forestales para su subsistencia.
De incalculable valor, los bosques tropicales ejercen un rol relevante en la erradicación de la pobreza y el logro de las metas de desarrollo, previstas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya que regulan el ciclo del agua, ayudan a evitar inundaciones, son vitales para contrarrestar el cambio climático al absorber el CO2; contribuyen a evitar la erosión de los suelos, aportan materia prima para la producción de alimentos, medicinas y combustibles, y potencian el bienestar físico y mental de las personas, al beneficiar el sistema inmunológico, reducir la presión arterial y constituir un ambiente ideal para la relajación.
Se desarrollan en regiones de alta temperatura y ambiente húmedo localizadas geográficamente entre los trópicos de Capricornio y de Cáncer, una franja terrestre cercana a la línea ecuatorial, en países de Sudamérica, África y el sudoeste de Asia, que cuentan con iluminación natural y temperatura constante durante todo el año.
Entre estos ecosistemas se encuentran el Bosque Tropical Lluvioso con precipitaciones de más de 2,500 mm, como la Amazonia, la mayor extensión de bosque tropical lluvioso en el mundo; el Bosque Tropical Húmedo Caducifolio, menos biodiverso y con precipitaciones anuales de 1,000 a 2,000 mm; el Bosque Tropical Seco y Semi Seco, con precipitaciones anuales de 500 a 1,000 mm y extensos periodos de sequía, propios de África, y los Bosques Tropicales de Tierras Altas, en colinas o montañas con altitudes superiores a los 800 metros sobre el nivel del mar, como la Cordillera de Los Andes.
Pero ¿Cuáles son los peligros que afrontan los bosques tropicales?
Incendios forestales, invasión de áreas boscosas para el establecimiento de asientos humanos ilegales, construcción de infraestructura y siembra de cultivos ilícitos, además de deforestación indiscriminada que contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, que a su vez incide en el calentamiento global y el cambio climático, son algunas amenazas que ponen en peligro a los bosques tropicales que se reducen cada vez más ante la ausencia de políticas y lineamientos sectoriales por parte de algunos gobiernos y naciones para la protección de estos ecosistemas.
México cuenta con bosques tropicales con vegetación de gran exuberancia y riqueza de fauna, indica la Comisión Nacional Forestal. Estos ecosistemas abarcan numerosas comunidades vegetales que se distribuyen tanto en ambientes húmedos como secos. Los bosques húmedos son los más exuberantes y albergan la mayor diversidad de especies, mientras que los secos destacan por su elevado nivel de endemismo (Koleff, P. et.al. 2012).
De los bosques tropicales de México, los secos son uno de los ecosistemas más vulnerables y han sufrido un proceso de deforestación incluso mayor que los húmedos. En Jalisco, de acuerdo con el Instituto de Información Estadística y Geográfica de esa entidad, el 6.6% del territorio estatal son bosques tropicales secos.
Revela que entre 1982-2007 se perdieron cerca de 400,000 hectáreas, el 19% de superficie de la selva registrada en 1982, en la Costa Norte y Costa Sur, los alrededores del lago de Chapala, la región Ciénega, la barranca del río Santiago, la región Valles y los municipios de Jilotlán de los Dolores, Tecalitlán y Santa María del Oro en el Sureste. Así, de uno de los ecosistemas más ricos en especies de plantas leñosas entre los bosques tropicales secos del mundo, poco a poco desaparecen especies como el palo dulce, un rústico árbol de grandes virtudes; el tepehuaje, amigo de los apicultores, y el guaje, manjar mexicano.
En 2021, con el lema “Restauración forestal: un camino a la recuperación y el bienestar", se busca generar conciencia acerca de la pérdida y degradación de los bosques del mundo, que genera grandes cantidades de gases que ocasionan el calentamiento climático.
En consonancia con el Decenio de la ONU sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), se pretende que la ejecución de acciones orientadas a la restauración y la gestión sostenible de los bosques tropicales beneficiarán significativamente al clima y la biodiversidad, con lo cual se crearán bienes y servicios necesarios para el desarrollo sostenible de las naciones.