 |
Alejandro Mario Fonseca
|
Si por algo se destacó la dictadura perfecta del PRI-gobierno
que dominó muestro país durante 8 décadas, fue por la disciplina de sus fieles
“militantes”.
Todos calladitos, esperando su oportunidad, los de abajo, los
jodidos, haciendo cola para que les regalaran algo; y los de arriba, los
familiares, allegados y altos funcionarios, también calladitos, esperando la
oportunidad del premio, del hueso, del chayote, etcétera.
Les funcionó de maravilla hasta que la caja de pandora de
abrió y el partido aplanadora se dividió. Eran los años 80 cuando el
despilfarro y la corrupción rompieron todos los records.
Ya en el siglo XXI parecía que habíamos llegado al límite,
pero no, después de los gobiernos fallidos del PAN, regresó el PRI y vivimos el
peor gobierno de todos los tiempos: el de Peña Nieto y sus escándalos.
El monstruo de la corrupción sentó sus reales: robos, raptos,
piratería, muertes y violencia,
drogadicción, violaciones y demás. Peña Nieto y sus allegados y
funcionarios daban la pauta.
La era de los escándalos, constituyó un
desplazamiento de arriba para abajo: todo gran escándalo colectivo proviene
de un escándalo entre dos, llámense
criminales, secretarios de Estado, alcaldes, empresarios, gobernadores, diputados y demás.
Cuando López Obrador aprovechó la oportunidad de llegar a la
presidencia, lo tenía muy claro. Tenía que rodarse de colaboradores
intachables, incorruptibles y leales. Hoy vemos que su apuesta no era nada
sencilla, le urge un correctivo ejemplar, severo.
Cristo: un escándalo
para los judíos
Según la Biblia, un escándalo es un hecho o estado
desordenado que suscita en mentes y voluntades débiles el deseo de la
imitación. El escándalo es pecaminoso por doble motivo: por la acción hecha contra
la ley divina y por ser tropiezo e invitación al mal para que otros se alejen
del bien.
Sobre todo en esta segunda dimensión radica su especial
gravedad y perjuicio espiritual, que le hace decir al mismo Jesús: “Ay del
mundo por razón de los escándalos… Inevitable es que los haya, pero ay de
aquellos por quienes vienen.” (Lucas. 17. 1-2)
Y cuando el mismo Jesús recuerda la posibilidad de los
escándalos de débiles, como son los niños, sus palabras son duras: “A los que
escandalicen a los pequeños más les valdría que les colgaran al cuello una
piedra de molino y les arrojaran a lo profundo del mar” (Mateo.18.6).
Y si, el origen del término es judío, San Pablo nos dice que
la figura de Cristo que él predica es un escándalo para
los judíos. El scándalon (σκάνδαλον) etimológicamente significaba
una especie de cepo donde se pescaba a un animal; luego significó algo que
repele, y en este caso una conducta que hace daño y que repele a aquel que la
contempla.
Ese es el origen bíblico del término, que quise rescatar por
aquellos panistas que amablemente me leen. Pero quedémonos con el concepto
moderno: Dicho o hecho que causa gran asombro o indignación en alguien,
especialmente por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones
sociales.
Escándalos palaciegos
Y ya con esta herramienta conceptual, veamos lo que sucede en
las más altas esferas del gobierno de López Obrador. Ernesto Núñez en Aristegui noticias lo sintetiza
magistralmente: Las diferencias entre
miembros de un mismo equipo, las traiciones, las intrigas, la conspiración y el
uso de las instituciones para intereses personales conforman un cuadro tóxico
para el presidente: la cuarta transformación, de cuerpo entero.
Y es que la semana pasada, el abogado Julio Scherer Ibarra (ex
asesor jurídico de López Obrador) publicó una carta, en la revista Proceso,
titulada Es hora de hablar, en la que
describe una trama perversa en su
contra, supuestamente fraguada por la senadora y exsecretaria de Gobernación,
Olga Sánchez Cordero, y el fiscal general de la República, Alejandro Gertz
Manero.
En la carta hay suficiente información para conocer las
grillas palaciegas que han orbitado alrededor del presidente, obstaculizando
acaso su propósito de transformar a México.
Las diferencias entre miembros de un mismo equipo, las
traiciones, las intrigas, la conspiración y el uso de las instituciones para
intereses personales conforman un cuadro tóxico para el presidente
López Obrador: la cuarta transformación, de cuerpo entero. Nos dice
Ernesto Núñez.
Lo más grave es que Scherer Ibarra describe a una secretaria
de Gobernación despojada de poderes y capacidades; la titular de un despacho
disminuido por el que no transitan ni las relaciones con el Poder Judicial y la
Fiscalía General de la República, ni las labores de seguridad e inteligencia.
Mientras que a Gertz Manero lo pinta como un hombre cegado por la ira,
obsesionado con sus asuntos personales, rencoroso, vengativo, déspota, egoísta,
prepotente, que hace uso de la FGR como si fuera su despacho privado.
Yo le creo a Julio Scherer Ibarra y no me espanta ni me
sorprende. La política así es, la condición humana así es. Pero lo que si me
sorprende es qué López Obrador evade el escándalo: dice que no se va a meter en
el conflicto.
Sin embargo, estoy convencido de que más temprano que tarde
el Presidente tendrá que tomar cartas en el asunto. Y es que lo que estamos
presenciando es un escándalo de corrupción que le afecta en lo más profundo de
su apuesta política.
Por ejemplo, el ministro en retiro José Ramón Cossío (de
trayectoria intachable) dijo que hay una "crisis sistémica" en el
gobierno federal y aseguró que la crisis se generó por redes de intereses
"difíciles de disolver".
El exministro fue contundente al exhortar a López Obrador a
intervenir "para encontrar formas de iniciar investigaciones", pues
bajo el panorama actual resulta "difícil que los actores se investiguen a
sí mismos".
¿La 4 T de López obrador se tambalea? No lo creo. El
Presidente desde su “mañanera” se purifica y la realidad es que para él no se
trata más que de un “escandalito”. Lo que si veo es que, muy pronto a Gertz
Manero lo van a jubilar: ya llegó a su punto crítico.
Concluyo con una sentencia de Álvaro Delgado (Sin embargo.mx): “Scherer, Gertz y Sánchez Cordero han logrado
lo que la oposición no pudo: Exhibir al Gobierno de López Obrador en el
estratégico ámbito de la justicia, uno de los pilares de la 4 T, un proyecto
que sin acabar con las bases de la impunidad –como con la inseguridad y la
violencia– no acreditará el mandato de cambio que los mexicanos le impusieron”.
Publicaciones Relacionadas
Puebla