Alejandro Mario Fonseca
Hace ya más de medio siglo, cuando yo era niño, disfrutaba de
una obra de cuentos que se llamaba Fabulandia.
No me acuerdo si eran cuatro o cinco tomos. Mi papá nos lo había regalado una
Navidad y mis hermanos y yo aprendimos a leer literatura en ellos.
Los cuentos que mejor se me grabaron fueron Simbad el Marino, Ali baba y los cuarenta
ladrones y Aladino y la lámpara mágica. También incluía clásicos como el de
Las aventuras de Tom Sawyer y muchos otros,
como los de los hermanos Grimm, recuerdo el de
Hansel y Gretel y también Caperucita
Roja.
Todos cuentos maravillosos que guardo en mi memoria con mucho
cariño. Se trataba de versiones adaptadas para niños, en los que todo era color
de rosa y el bien siempre triunfaba sobre el mal.
Poco después, ya
mayorcito, pude disfrutar de los mismos cuentos llevados al cine por la magia
de los dibujos animados de Walt Disney; seguían siendo versiones rosas.
Pero ahora en el nuevo cine mágico de Hollywood, en el que
imperan las técnicas modernas de los efectos especiales, estamos presenciando
una desmitificación de un cine infantil que resultaba anodino.
Ahora resulta que Caperucita
Roja no era tan buena y que Maléfica la
de la Bella Durmiente No era tan
mala, sino que la hicieron. Y no se diga de los hermanos Hansel y Gretel, que ahora son adultos justicieros cazadores de
brujas malas y brutales.
Con todo esto no quiero decir que hayan dejado de gustarme,
sino que estamos asistiendo a una desmitificación de un mundo bueno en el que
los malos siempre pierden. Y desde luego que las nuevas versiones
cinematográficas resultan, al menos para mí, mucho más interesantes y me atrevo
a decir que para los niños también.
Las Mil y Una Noches
Ya mayor, tendría yo unos 30 o 35 años, tuve la oportunidad
de comprar una oferta irresistible de la obra original de Las Mil y Una Noches, editada por Aguilar en tres Tomos (Madrid,
1969).
Por primera vez puestas en español, del árabe original,
prologadas, anotadas y cotejadas con las principales versiones en otras lenguas
y la vernácula (original), por el especialista R. Cansinos Assens; además
ilustrado con 15 láminas en color y muchas más en blanco y negro; resultó una
lectura sensacional.
Sí, pero me tardé mucho en leerla y aunque en muchas partes
es repetitiva y hasta aburrida, sobre todo en lo que concierne a la épica, lo
que más me gustó fue el manejo de la moral de la época, que sorprendentemente resulta
de una gran cordura que paradójicamente nos va llevando, sí, por caminos
retorcidos, pero hacia el camino recto.
Quise dedicar éste artículo al tema de la relación entre el
asesinato de mujeres debido a su condición de género, es decir, por el mero
hecho de ser mujeres (por lo cual es siempre perpetrado por un hombre); y los
cuentos de Las Mil y Una Noches,
porque aparentemente es el leitmotive de
la obra.
Leitmotiv es un término
alemán acuñado por los analistas de los dramas de Richard Wagner: es el tema
musical recurrente en una composición y, por extensión, el motivo central recurrente de una obra
literaria o cinematográfica. También puede sustituirse por las voces
españolas motivo o tema, acompañadas de los
adjetivos conductor, central, principal o recurrente.
¿Feminicidio o la Ley
moral de la cultura árabe de una época?
El pretexto o leitmotiv
es más bien un preámbulo que poco tiene que ver con los cuentos: es el
hecho de que Sahriyar es un monarca que, tras descubrir que su esposa le engaña
con un esclavo, ordena ejecutar a ambos. Nada extravagante para la época y el
lugar.
Lleno de rencor contra las mujeres, decide desflorar cada
noche a una doncella y degollarla al amanecer; y esto sí que resulta muy
exagerado y brutal. En tan espantoso quehacer pasa tres años; los padres,
desesperados, abandonan el reino con sus hijas.
Llega un día en el que el Visir es incapaz de encontrar una
virgen, y teme por su propio cuello. Entonces la bella y muy inteligente hija
del Visir, Sherezade, se ofrece a pasar la noche con el feroz carnicero: “Si
vivo, todo irá bien, y si muero, serviré de rescate a las hijas de los
musulmanes y seré la causa de su liberación”.
Ya saben lo que ocurre: Sherezade le va contando cuentos al
monarca, dejando la narración cada amanecer en un punto tan interesante que el
rey pospone el asesinato una y otra vez.
Ahí está el argumento central, pero lo que yo quiero destacar
es la bárbara irregularidad del feminicidio en la que vivimos, en nuestros
días. Y aunque no es lo mismo ser árabe que musulmán, lo cierto es que
comparten atributos.
Los árabes comparten
etnia y lengua; los musulmanes,
religión; y los islamistas, doctrina política. Y todos o casi todos comparten
el estigma de que maltratan a las mujeres, desde el maltrato más cotidiano
hasta los hechos más brutales.
Una verdadera
exquisitez
Sin embargo, los árabes no escapan a la globalización y en
realidad ya son muy pocos (al menos eso
quiero creer) los que conservan esas tradiciones culturales, hoy en día
aborrecidas universalmente.
Y para no cansarlo, regreso al tema de la moral en Las Mil y Una Noches. Y la verdad es
que nos da, cuento tras cuento, lecciones de moral en la forma en la que sólo
puede darla una obra de arte: en términos de belleza.
El efecto de su lectura es que nos va transformando, nos hace
enamorarnos tanto de sus grandes figuras, como de los múltiples jóvenes y
doncellas que pernoctan en escenas jocosas, llenas de una exquisitez culinaria
y sensual, que rápidamente hace que vayamos sintiendo el deseo de parecernos a
ellos.
Y estamos hablando de una magna obra escrita probablemente en
la Edad Media temprana por árabes y musulmanes en un ambiente cultural que, por
lo menos a mí, ahora me resulta
moralmente intermedio: un reflejo de la vida expresado por imágenes, en un
lenguaje simbólico.
Ya para terminar, lo invito a festejar la Revolución Femenina
leyendo algún cuento de Las Mil y Una
Noches. O si lo prefiere vea por ejemplo Aladdín, la última versión de Disney que está divertidísima. O si
se quiere poner muy exquisito vea la versión cinematográfica de Pasolini, está
gratis online; estoy seguro que me lo va a agradecer, la producción, la música
y sobre todo el buen humor, son de primera.
Publicaciones Relacionadas