Cholula, Pue. – Después de nueve décadas de sabor, tradición y memorias entrañables, la emblemática Fonda María Elena baja la cortina, dejando un vacío en el corazón de los cholultecas que crecieron entre sus aromas, sus sabores y su calidez familiar.
Todo comenzó hace 90 años, cuando la señora Beatriz Cuautle llegó a ocupar el local que con el tiempo se convertiría en un punto de referencia para estudiantes, vecinos y visitantes. Ubicada a unos pasos del Instituto García de Cisneros, fue testigo del paso de generaciones: niños que luego regresaban convertidos en padres de familia, y clientes que con el tiempo se volvieron parte de la casa.
En sus inicios, recuerda la familia, era el único lugar en Cholula donde se vendían tamales. Y aunque el crecimiento de la ciudad trajo consigo más competencia, hubo algo que nunca cambió: los inigualables tamales de pipián, receta exclusiva de doña Beatriz, que con el tiempo se volvió sello distintivo del negocio.
Pero si hubo algo que dejó huella en la memoria colectiva fueron las famosas “orejas de elefante”, milanesas de gran tamaño que bastaban para saciar hasta el apetito más feroz. “Yo lo comprobé varias veces”, comenta con humor la familia en un emotivo mensaje de despedida.
No faltaron en el menú otras delicias caseras como los tamales canarios, los chiles en nogada, las tortas y tacos de milanesa —que atraían comensales de lugares como Ciudad de México, San Martín y Tlaxcala—, ni tampoco la inolvidable cazuela de mole poblano de guajolote, servida cada ocho días en tradicionales ollas de barro.
La actual encargada, la señora Edith Cuautle, hija de doña Beatriz, agradeció profundamente a los fieles clientes por su preferencia y comprensión, y ofreció disculpas si en algún momento el servicio no estuvo a la altura, aunque siempre —dice— se trabajó con honestidad, cariño y vocación.
“Este no es un adiós, sino un hasta pronto”, señala el mensaje compartido a través de redes sociales. “Buscaremos la forma de reabrir en otro lugar, y los estaremos esperando con los brazos abiertos, no para ofrecer el mismo servicio, sino uno mejor”.
Con nostalgia, pero también con esperanza, la familia compartió una frase que doña Beatriz repetía con frecuencia:
“Algún día nos tenemos que ir, ya que esta no es nuestra casa”.
El cierre de la Fonda María Elena no solo marca el fin de una etapa, sino también el cierre de un espacio que fue refugio, punto de encuentro, y hogar temporal para muchos.
Finalmente, la familia invita a todos quienes hayan sido parte de esta historia —ya sea con recuerdos buenos o no tanto— a compartir sus anécdotas. Porque al final, todos esos momentos fueron los que construyeron el legado de una fonda que alimentó no solo el cuerpo, sino también el alma de Cholula.
¡Gracias, Fonda María Elena! Hasta pronto.
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